PERVERSO


Y sé que de hecho tanto tu vida como la mía nos dolieron hasta el punto de desprendernos.  Con la simple diferencia de que tú fuiste valiente y emprendiste sola el camino,  bueno hasta que un idiota apareció y te ayudó. 

Yo fui más cobarde y me quedé esperándote por quince miserables años. O tal vez fui un simple inepto que no supo cómo traer de regreso tu amor.  Lo cierto es que desde ese día me encerré en mi propio infierno,  llevé a la horca a todos los sentimientos nobles que una mujer me podía inspirar.  Quería que mi alma no se manchara con unos labios inferiores a ti.

Y es que para mí tú  eras perfecta. Ten presente que por aquel entonces yo era un desarraigado del placer carnal,  ni siquiera me fijaba en tu cuerpo,  todavía el morbo humano no me infectada.  Tan inocente o tan iluso era que cuando me decías que estabas con tus compañeras yo me tragaba el cuento.  O cuando me citabas media hora antes de verte con tu hermano, nunca cuestioné el poco tiempo que me brindaste, pues a una bella universitaria  como tú no se le podía pedir que se detenga a leer los poemas que miserablemente me salían del corazón.

Reconozco que por ti mi poesía llena de tumbas y flores marchitas se fue apegando a la luz.  Por ti nacieron mis mejores versos de amor y hacia ti se fueron como las hojas que se desprenden del árbol porque se han enamorado del suelo. 

Lo poco que hice por ti,  lo hice más allá de la razón,  de lo humanamente permitido,  pero fue poco,  quizás nada.  Quisiera mentirme,  pensar que fuiste un bonito sueño en esas frías noches del internado.  Pero fuiste tan real que hoy todavía me duele. Por eso deseo que al terminar de escribir estas líneas se vierta por ellas las pocas gotas de amor que sobran en la tinaja del odio. 

Cuán irónico resulta escribir esto, sacerdotisa que embriagó a mis demonios haciéndoles que se acerquen a la redención. Ah vanas palabras que se aferran a la existencia mientras son roídas por los gusanos de la tristeza. Con ojos de asco tuve que sepultar el optimismo. 

Poco a poco me voy consumiendo entre yaravíes,  pasillos y baladas antiguas. Las letras que dejaron mis maestros en el camino me invitan a que los siga sobre la barca negra.  Pero todavía el peso de la condena es muy grande como para intentar salir de esta basura de mundo.