DIÁLOGO CON LA MUERTE

 
-Y me preguntó la muerte-
¿De qué están hechas las estrellas?
Tú que haces del dolor humano
una noche atada a las palabras.

Las estrellas están hechas de penas
por cada resplandor una lágrima,
por cada gota de su luz:
un mar oscuro
donde estimulo mi pesimismo.

Te quedarás solo –insistió-.
Mientras pasaba sus manos
por mis labios
humedecidos en la copa de ajenjo.

Siempre lo he estado -respondí-.
El abandono con que ahora te recibo
es el mismo de los años
cuando revolcaba mi corazón
en almas que se aferraban a la vida.

¿Entonces jamás amaste? –infirió-.
Con un gesto sutil
tratando de esconder su simpatía
por mi soberbia.

Amar o no amar -contesté-.
Entregar todo a una causa perdida.
Lo hice cuando el artilugio de Eros
insufló su veneno en mi camino.

Todo te sabe a odio -exclamó-.
Esperanzas, sueños, sentimientos,
rencor que mancilla
hasta el lugar donde naciste.

Parece que ya me conoces –sentencié-.
Soy aquello que nadie será
y me irrita el buitre de grandes alas,
pues no como carroña
¡Vuelo sobre ella!