CARTA A MI INFANCIA

Desde una distancia mayor a lo que llaman muerte
te escribo sin esperanzas de volver a verte,
perdón por todo, así es la mala suerte,
yo ya crecí, me hice viejo, trato de ser fuerte.

Ofrenda con lágrimas este es mi sacrificio
pues algún día nos veremos en el precipicio:
tú flagelada por la balanza del juicio
y yo ahogado por poesía y vicio.

Fino rasguño del diablo que pone su puño en mi ser
vomitando las tardes de placer
cuando en caminos de soledad salías a correr
sin saber que tu padre no ha de volver.

Vivir sin respuestas: un simple deber
por eso a veces trato de no ver.

No importa que pise las espinas
y que ahogue mi pena en las cantinas,
murmullo aquel que sangra en las retinas.

Vagabundo soy sin estar en la trama,
mas, lo que ahora escribo no es para ninguna dama,
solo rosas marchitas florecen en mi cama.

Demora sí en curar la herida
pero más demora la que deja el suicida,
culpable es esta mierda de vida
que a los incomprendidos les bloquea la salida.

A mi puerta golpea la melancolía,
lleva traje de noche, aunque es de día,
sin ningún reproche la cubro con poesía,
le digo: -aunque seas de todos déjame llamarte mía-

Bajo un cielo de almas dolidas sangran las horas,
infancia querida cuéntame ¿Todavía lloras
por lo que nos hicieron las crisis devastadoras?

Recuerda que intentamos ser felices,
sin merecernos dolor solo crecieron cicatrices,
murió el amor, de negro se cubrieron los tapices
y nuca más vimos el vuelo de las perdices,
de nuestras flores solo quedan lombrices.