PÉTALOS NEGROS

Evoco lo que duele dentro del último suspiro
sobre la pena que es la corona
hecha de abrojos y gusanos,
acaricio mis entrañas para saber si es verdad
esta vida que atormenta.

Soy la obra perfecta de la autodestrucción,
invierno fuera de control a los pies de los ahogados,
en mí florecen todas las espinas,
soy el veneno, la cuerda y la navaja
que los solitarios ponen junto a sus lágrimas.

A orillas del mundo alimento a mis demonios
y aspiro ser menos que hoy,
mientras acaricio las venas hasta ver su caudal
sobre los labios de un cadáver marchito.

A los pies de un sepulcro veo a mi amada:
la hija que los suicidas concibieron después de su odisea,
conoce la magia y marcha desnuda hacia la luna.

Desde ese infierno tan desolado como mi alma,
a miles de horas montado en la comarca de la depresión
y con el corazón machacado entre las manos
acojo a los cientos de muertos
que buscan pasar el río del olvido.