EL CORAZÓN Y EL CRÁNEO

Bajo el manto de la existencia, oscuro y doliente,
entre silencio y canción, dialogan cráneo y corazón,
el uno de marfil, templo de pasado y presente,
el otro, rojo como la pasión, arde en continua canción.

Susurra el hueso de ébano, "soy altares de olvidar",
donde la razón se torna gélida, en silencio inmemorial,
soy la guardia en este mar, demoledor umbral,
donde el pensamiento muere, en su balada final.

En mi se enfrentan futuro y pasado, en confluyente río,
cada pensamiento en mí es un eco solitario,
en este recinto lacio, de marfil y frío,
soy remanso de la muerte, impulso necesario.

El corazón responde, "yo también encarno la lucha,
palpitante y en rojo, desafío al destino,
vivo, sufro, creo, cada herida en mí es una rúbrica,
de la alabanza a la vida y del lamento divino."

En cada latido mío canta la victoria y la tristeza,
surco en mares de amor, floto en lagunas de dolor,
mantengo la ilusión viva, con mi tenaz fortaleza,
yo, corazón encendido, ardo en perpetuo candor.

Así, en el teatro de mi ser, cráneo y corazón pugnan,
la muerte y la vida en eterna danza,
en un símbolo cruel de sombras que repugnan,
la existencia es un tango, una fatal balanza.

Son cráneo y corazón, cruel eco de la humanidad,
una danza mortal, de amor y de ruina,
la contradicción del ser, en su dura realidad,
la melodía fatalista, la canción que a todos asesina.